Monterrey, Nuevo León, México
Nos cuenta don Horacio Alvarado Ortiz en su libro “Leyendas y Testimonios de Nuevo León”, un sinfín de relatos tanto de terror como de varios lugares de la ciudad, destacando una leyenda que sucedió en la casa que se encuentra en la esquina sureste de Ocampo (Hoy Raymundo Jardón, antes calle San Francisco) y Diego de Montemayor (antes Calle de la Presa), justo atrás de la Iglesia Catedral.
Don Fermín muere de causas naturales y su cuerpo fue instalado en la sala de la casa dentro de un ataúd con cuatro cirios de cera encendidos a su alrededor. El velorio transcurrió con normalidad, la gente llegaba, rezaba. Al medio día algunos amigos llevaron comida, a media tarde se sirvió café con pan y por la noche, después del rezo del rosario, se sirvió la cena y café negro.
Hasta aquí todo normal… lo tenebroso del asunto ocurrió, como en toda historia de terror, a las doce cuando “sonaba la última campanada del reloj de la Catedral”. Resulta que un ruido de perros peleándose y que se acercaba al lugar estremeció a la concurrencia en el velorio, estos entraron a la casa generando toda clase de desorden, tumbando el ataúd y los cirios y dejando aquel lugar en penumbras.
Los perros salieron y con ellos se fue algo muy importante: el cuerpo del señor Fermín, ya que al poner en orden el lugar descubrieron que el ataúd estaba solo, causando gran temor y admiración entre los presentes.
En esa casa (nos cuenta el maestro Alvarado) hoy día hay un café que permanece abierto hasta altas horas de la noche y que de vez en cuando, en medio de la madrugada, llega un hombre vestido de negro que dice llamarse Fermín, que pregunta por su casa para luego desaparecer…
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